Creo que Dios es verde, posiblemente. ¿Pero, hay alguna manera de descubrir lo que piensa Dios acerca del medio ambiente, del cambio climático y de nuestra relación con esta Tierra en la que vivimos? Esos temas son muy polémicos y es posible que en la actualidad estén entre los más importantes. No es de extrañar que poderosos sectores luchen por el control del diálogo y hasta de los hechos sobre este tema. Esto se ve a diario en los medios de comunicación de todo el mundo.
En mi caso, hace mucho tiempo escapé de la dicotomía «izquierda-derecha». Eso me ha ayudado a reconocer con mayor facilidad la historia impulsada por un programa y que predomina en el actual debate sobre el medio ambiente. Pero, ¿qué dijo Dios? Para empezar, la gran mayoría diría que debemos dejar a Dios fuera de esto, si es que pensaron en Él. Gran error.
Pero… hay un Dios, hay un mundo espiritual, Dios tiene mucho que ver con el tema, además de que sabe cómo debería salir todo y cómo resultará. Podemos ver esto con claridad si miramos Su Palabra brevemente, la verdad que ha dado a Sus profetas y mensajeros por miles de años. A mi juicio, una de las cosas más conmovedoras e importantes que Dios ha dicho acerca del debate candente que se lleva a cabo en la actualidad sobre el medio ambiente, se encuentra en el último libro de la Biblia que en muchos idiomas se llama el Apocalipsis.
En el Apocalipsis vemos que los ángeles hablan con Dios en los últimos días de esta era, diciéndole que Él debería «destruir a los que destruyen la tierra» (Apocalipsis 11:18). ¿Alguien va a destruir la Tierra en los últimos días de esta era? ¿Y a Dios no le gusta eso?
«Mark, ¡no me digas que emplearás ese versículo para apoyar la idea de que Dios es ecologista!»
Bueno, hay más pasajes de la Biblia como ese. Dios habló a su pueblo desobediente por boca del profeta Jeremías: «Os introduje en tierra de abundancia, para que comierais su fruto y sus bienes; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra, e hicisteis abominable mi heredad» (Jeremías 2:7 RVR 1995). En las leyes de Moisés se ordenaba no cortar todos los árboles de la tierra «porque de ellos podrás comer» (Deuteronomio 20:19).
Nuevamente en el Apocalipsis, encontramos fuertes referencias a nuestra tierra física en los últimos días de esta era, por ejemplo donde dice que en aquel tiempo «la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde» (Apocalipsis 8:7). Así pues, creo que a Dios sí le importa lo que hacemos con esta Tierra. Su mandamiento desde el huerto del Edén fue que «lo cultivara y lo cuidara» (Génesis 2:15 RVC).
Pero no me malinterpreten. Eso no significa que creo que Dios es ecologista de la manera en que en muchos casos es el actual movimiento ecológico. En el mundo, quienes son «de la derecha» política en muchos casos los llaman «conservadores» (y muchos cristianos piensan que deberían estar en consonancia con ellos); y ellos dirán que Dios nos dio la Tierra, que es nuestra para que nos beneficiemos de ella, para satisfacer nuestras necesidades y para que hagamos que la humanidad progrese y se enriquezca. En eso hay algo de verdad y en la Palabra de Dios hay bastante que indica que esa es Su voluntad, dentro de los límites de lo razonable.
En el movimiento ecologista hay tecnooptimistas que creen que la humanidad puede hallar soluciones por medio de la tecnología y la creatividad a fin de salir adelante con los cambios que se avecinan, si se hace suficiente esfuerzo. Sin embargo, muchos otros ecologistas no son optimistas. Ya tienen una opinión totalmente apocalíptica, piensan que es demasiado tarde, que se pasó el Rubicón, que se dio un paso decisivo y que la suerte está echada. En muchos casos, terminan con una opinión parecida a la de millones de preparacionistas de los Estados Unidos que piensan que solo es cuestión de tiempo antes de que ocurra el colapso social y el fin de este mundo tal como lo conocemos. Pero los ecologistas que creen en ese apocalipsis piensan que llegará por medio de una devastación ecológica.
Y es un poco inquietante señalar lo que quienes están en el otro extremo del movimiento ambientalista ven como nuestra única esperanza. Dicen que sus compañeros ecologistas se equivocan al «tratar de salvar el capitalismo». Piensen un poco en eso. ¿Quieren decir que la única manera de salvar a la Tierra de una extinción ecológica es que se derrote el capitalismo? ¿Y reemplazarlo con…? ¿Algún neomarxismo o totalitarismo controlado por el Estado?
He descubierto algo magnífico, que hay un Dios que está por encima de todo esto, que es más poderoso que nosotros, que es también infinitamente más inteligente y más capaz. Aunque algunas cosas están empeorando y día a día las cosas están cada vez más polarizadas, nuestro Padre en el Cielo no duerme ni está enfermo. No tengo ninguna duda de que parte de la maldición en este planeta y sus habitantes por sus pecados en estos últimos días se debe a la explotación, y de que la destrucción de esta Tierra ha sucedido por la codicia en el corazón del hombre durante siglos, y que ahora vuelve a atacarnos con los cambios ecológicos que están pasando.
La mayoría de los cristianos les dirán que no debemos destruir el templo de Dios, que ahora consideramos nuestro cuerpo. «Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es» (I Corintios 3:17). Asimismo, Dios no permitirá que destruyamos esta Tierra en la vivimos por medio de la codicia, el deseo y falta de preocupación por Su creación.
Así pues, en los futuros últimos días del gobierno del hombre sobre la Tierra antes del regreso de Jesús para establecer el reino milenario de Dios por medio de Él, lo que espero es que veamos un aumento en el colapso de nuestra amada Tierra a medida que se queja por nuestros pecados de codicia y explotación desconsiderada del medio ambiente.
Creo que Dios es ecologista, por lo menos en lo que respecta a preocuparse por este planeta que Él creó para nuestro beneficio. El pecado está en la raíz de la crisis del medio ambiente. Y sí, hay una crisis. ¿Queda tiempo para rescatar la Tierra? Como en el caso de muchas otras cosas, creo que en última instancia será necesario que el Señor venga a salvarnos de nosotros mismos.